La leyenda de La Muerte
“Nadie es alguien. Un solo
hombre inmortal,
es todos los hombres. Soy
Dios, soy héroe,
Soy filósofo, soy demonio y
soy mundo, lo
cual es una fatigosa manera de
decir que no soy”
Jorge Luis Borges
La mecánica de lo ilusorio
nos mantiene engañados,
con su realidad alternativa;
con sencillos enredos y laberintos,
que le dan matices distintos,
al transcurso de los días.
La futilidad de lo inmortal,
y el abuso del espejismo crudo
de la leyenda de la muerte,
nos distraen del absoluto.
El inmortal envejece eternamente,
y lo que parece final es un absurdo.
En el instante en que su burdo cuerpo,
muñeco de vanidades, dolores y delicias,
por fin se disgregue, átomo por átomo,
nacerá un niño, o quizá un tigre,
con el alma en blanco.
Heredará la reencarnación
secuencial del inmortal,
que, como un parásito inverosímil,
tomará de él célula por célula,
y en cambio cederá, lágrima por lágrima,
su alma eterna y su personalidad.
Jorge
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